
Sin dudas, el cine es una de las herramientas más poderosas con los que contamos los pueblos del mundo para derrotar las barreras de la desinformación y manipulación o tergiversación de la información sobre nosotros mismos. Es decir, en él podemos revelarnos ante el mundo tal cual somos, como en verdad somos.
Concientes de la responsabilidad que esto implica, todos los que formamos parte de esta gran familia del cine, de una u otra forma tenemos el compromiso de continuar trabajando para contar y relatar nuestras historias, para conocernos y reconocernos; para acercarnos y comprendernos desde nuestras diferencias, similitudes, necesidades, posibilidades y sueños.
Como dice el extraordinario Leonardo Favio, ser cineasta, nuestro oficio es: “…testimoniar el llanto, testimoniar la historia, cantarles a la pasión, a la poesía: ser memoria.”
Damos vida a historias que nos muestran, reflejando nuestras culturas, nuestras identidades, nuestros amores y desamores, nuestros aciertos y desaciertos, nuestras virtudes y defectos, nuestros ideales y convicciones, nuestras ilusiones y desilusiones, nuestros reclamos y repudios, nuestras lealtades y traiciones, nuestras pasiones y esperanzas, nuestra solidaridad y egoísmo. Nuestras luchas y no luchas como pueblos por la unidad en igualdad de condiciones, el respeto a la autodeterminación de los pueblos, por la promoción de la paz, la memoria, la verdad y la justicia en el mundo.
Por eso, hoy más que nunca, los cineastas, tenemos la oportunidad y se vuelve imperiosa la necesidad de mostrarnos y mostrar a nuestros hermanos Latinoamericanos ante el mundo a través de nuestras películas, como uno de los aportes invalorables para el maravilloso proceso de integración regional que estamos construyendo en Latinoamérica.
Reconocernos y acercarnos a través de nuestras culturas en cualquiera de sus expresiones -sobre la base de los principios de igualdad, respeto mutuo de la soberanía y el derecho de autodeterminación-, es sin dudas lo que nos permitirá fortalecer y hacer indestructibles los lazos de integración, cooperación, hermandad y solidaridad en Latinoamérica, en pos de esa Unidad tan necesaria para lograr el verdadero equilibrio en el mundo; para lograr un mundo más equitativo y más humano.
Por eso es que aquí seguiremos los cineastas, porque como dijo alguna vez Raymundo Gleyzer, “nosotros no hacemos filmes para morir, sino para vivir mejor y si se nos va la vida en ello, vendrán otros que continuarán”.
“El Grito Sagrado, postales de Libertad” (homenaje a los 25 años de democracia argentina), “Homenaje a los 50 años del cine cubano y la Revolución”, “Vigilia de Cine” (en reclamo ante la Justicia por la aceleración de los Juicios por Lesa Humanidad) y la “Primer Semana de cine Venezolano en Argentina” son algunas de las Muestras que nos muestran, que nos permiten revelarnos ante el mundo y ante nosotros mismos, reivindicando nuestras identidades, particularidades, costumbres y sueños. Nuestras formas de ser, con todas sus aristas a flor de piel.
Por eso nuestro compromiso para con los pueblos hermanos de Latinoamérica y el mundo debe ser seguir trabajando fuertemente para reflejarnos cada día más y mejor en nuestras películas. Para que nuestras películas se vean cada día más y mejor en todos y cada uno de los rincones del mundo con el fin de hacer efectiva la igualdad de oportunidades.
Carolina Silvestre
(Nota realizada para el catálogo de los Premios Cóndor)